Es decir, estamos ante una crisis sanitaria global en medio de una economía más expuesta que hace
dos décadas atrás. Según estimaciones recientes realizadas por Goldman Sachs, el crecimiento del
PBI a nivel mundial podría tocar su nivel más bajo en los últimos 30 años, cayendo alrededor de 2 puntos porcentuales este año.
Ahora bien, ¿cómo podrá impactar esta crisis sobre el mercado de carnes en particular?
Resulta difícil aislar el análisis a un mercado en particular cuando los efectos generales se proyectan
en tal magnitud.
Los aislamientos sanitarios, las limitaciones al transporte, la cancelación de eventos públicos, todo
lleva a un abrupto cese de la actividad social que, indefectiblemente, impactará sobre el consumo
de bienes y servicios en general. Sin embargo, podríamos decir que la demanda de aquellos bienes
cuyo consumo tienen un mayor componente social, será la más afectada.
En este sentido, la carne vacuna resulta altamente vulnerable dado la elevada proporción de consumo
que se realiza fuera de los hogares, especialmente en países del hemisferio norte.
El comercio mundial de carne vacuna viene creciendo de manera sostenida en los últimos años
debido no solo al aumento poblacional sino también al mejor nivel de ingresos de esas poblaciones en
crecimiento. En 2019, según datos del USDA, el comercio mundial de carne vacuna se expandió a una
tasa del 7% anual impulsado por otro hecho disruptivo como fue el brote de la peste porcina africana (PPA) en China que llevó a este país a incrementar sus importaciones de carne vacuna cerca de un 60%
anual. Esto hace que, partiendo de estas tasas de crecimiento, la caída esperada del comercio mundial,
pueda resultar aún más pronunciada de lo visto en la historia reciente.
Claramente, dependiendo del grado de apertura de cada país, el impacto será diferente. En el siguiente
gráfico podemos analizar el peso relativo de las exportaciones de carne vacuna sobre su oferta
total para los principales proveedores de carne del mundo. Los datos corresponden a estimaciones
realizadas por el Departamento de Agricultura de los EE.UU. (USDA) al mes de noviembre del año pasado, previo al corte de las importaciones chinas por temas inflacionarios y a la irrupción del Coronavirus.